El control externo es un concepto ampliamente utilizado en diversos contextos, desde la psicología hasta la gestión empresarial, para describir la forma en que los individuos perciben que los resultados de sus acciones dependen de factores externos, como la suerte, las circunstancias o la influencia de otras personas. Este tipo de control se contrapone al control interno, donde las personas creen que tienen la capacidad de influir directamente en los resultados de sus acciones. En este artículo, exploraremos en profundidad qué implica el control externo, sus aplicaciones, ejemplos y cómo puede afectar el comportamiento humano.
¿Qué es el control externo?
El control externo es una dimensión del locus de control que describe la creencia de un individuo de que los resultados de su vida están determinados por fuerzas externas, como la suerte, el destino, las autoridades o las acciones de otras personas. Esta visión contrasta con el locus de control interno, donde los individuos asumen la responsabilidad de sus logros y fracasos. Quienes tienen un locus de control externo tienden a sentirse menos responsables de sus decisiones y más influenciados por factores externos.
Un dato interesante es que la teoría del locus de control fue desarrollada por el psicólogo Julian B. Rotter en la década de 1950 como parte de su teoría de la personalidad. Rotter propuso que las personas construyen expectativas de recompensa basadas en su percepción de control, lo que influye en sus comportamientos y decisiones. Este enfoque ha sido fundamental para entender cómo las creencias sobre el control afectan la motivación, la toma de decisiones y la salud mental.
En contextos empresariales, el control externo también puede referirse a la forma en que una organización delega la supervisión y regulación de procesos a entidades externas, como auditorías independientes o normativas gubernamentales. Este tipo de control puede garantizar transparencia y cumplimiento de estándares, pero también puede limitar la autonomía y la responsabilidad interna de los empleados.
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El rol del entorno en la percepción del control
La percepción de control externo está profundamente influenciada por el entorno social, cultural y familiar en el que se desarrolla una persona. Desde la infancia, los individuos aprenden a interpretar las causas de los eventos que ocurren a su alrededor. Si una persona crece en un entorno donde se le enseña que el éxito depende de factores externos, como el apoyo de otros o la suerte, es más probable que adopte un locus de control externo.
Estudios en psicología social han demostrado que las personas con un locus de control externo tienden a atribuir sus fracasos a factores externos, como la mala suerte o la falta de apoyo, mientras que atribuyen sus éxitos a esfuerzos personales. Esta dualidad puede llevar a una falta de motivación en ciertos contextos, ya que si las personas creen que no tienen control sobre los resultados, pueden no esforzarse tanto.
En el ámbito laboral, el locus de control externo puede afectar la productividad y el compromiso con el trabajo. Quienes perciben que sus esfuerzos no tienen un impacto directo en los resultados pueden sentirse desmotivados, lo que puede llevar a una menor participación y una actitud pasiva hacia las responsabilidades.
El control externo en la gestión de riesgos
En la gestión de riesgos empresariales, el control externo se refiere a la dependencia de factores ajenos a la organización para mitigar o prevenir amenazas potenciales. Esto incluye la regulación gubernamental, la supervisión de entidades externas, como auditorías independientes, o la colaboración con proveedores y socios estratégicos. Estos mecanismos son esenciales para garantizar la transparencia y el cumplimiento de normas, pero también pueden limitar la flexibilidad de la empresa.
Por ejemplo, una empresa que opera en un sector altamente regulado, como la salud o las finanzas, puede depender en gran medida de las normativas externas para garantizar la calidad y la seguridad de sus servicios. Aunque esto reduce el riesgo de sanciones o litigios, también puede generar una cultura de dependencia, donde el personal no asume la responsabilidad de los procesos internos.
El equilibrio entre el control interno y externo es crucial para el éxito sostenible de cualquier organización. Mientras que el control externo puede ofrecer estructura y cumplimiento, el control interno fomenta la innovación, la responsabilidad y la autonomía. Por eso, muchas empresas buscan una combinación equilibrada de ambos enfoques.
Ejemplos de control externo en la vida cotidiana
El control externo se manifiesta en numerosas situaciones de la vida diaria. Por ejemplo, una persona que cree que su salario depende exclusivamente del favor de su jefe puede no esforzarse tanto por mejorar sus habilidades, ya que percibe que el ascenso depende más de factores externos que de su propio desempeño. Otro ejemplo es el estudiante que atribuye su éxito académico a la facilidad de los exámenes o a la suerte, en lugar de reconocer el esfuerzo que realizó para prepararse.
En el ámbito personal, el locus de control externo también puede afectar la salud. Una persona que cree que su bienestar físico depende de la genética o de la suerte puede no adoptar hábitos saludables, como una dieta equilibrada o la práctica regular de ejercicio. Esto puede llevar a consecuencias negativas a largo plazo, como enfermedades crónicas.
En el contexto laboral, un equipo que depende en gran medida de la supervisión externa para cumplir con sus metas puede desarrollar una cultura de dependencia. Esto puede limitar la iniciativa y la creatividad, ya que los empleados pueden no sentirse responsables por el resultado de sus acciones. Por el contrario, cuando los empleados perciben que tienen control sobre sus decisiones, su motivación y productividad tienden a aumentar.
El concepto de locus de control y su relación con el control externo
El locus de control es un concepto psicológico que describe la creencia de una persona sobre los factores que determinan los resultados de sus acciones. Este locus puede ser interno, cuando las personas creen que controlan su destino, o externo, cuando perciben que los resultados dependen de factores externos. El locus de control externo, como ya se mencionó, se basa en la idea de que el éxito o el fracaso están determinados por fuerzas ajenas a la voluntad individual.
Este concepto tiene implicaciones profundas en el comportamiento humano. Por ejemplo, las personas con locus de control externo tienden a ser más reactivas que proactivas. En lugar de buscar soluciones, pueden esperar que otros resuelvan sus problemas. Esto puede llevar a una actitud pasiva frente a los desafíos, lo que a su vez afecta la toma de decisiones y la capacidad de manejar el estrés.
Desde el punto de vista organizacional, entender el locus de control de los empleados puede ayudar a los líderes a diseñar estrategias de motivación más efectivas. Por ejemplo, si un equipo muestra una tendencia al control externo, puede ser útil implementar sistemas de reconocimiento que refuercen la idea de que sus esfuerzos sí tienen un impacto en los resultados.
Recopilación de teorías sobre el control externo
Existen varias teorías que exploran el control externo desde diferentes perspectivas. Una de las más influyentes es la teoría del locus de control de Julian B. Rotter, que establece que las expectativas de recompensa están influenciadas por la creencia de control. Otra teoría relevante es la teoría de la autoeficacia de Albert Bandura, que se centra en la creencia de las personas sobre sus capacidades para lograr objetivos específicos.
Además, la teoría de la expectativa de recompensa, desarrollada por Edward C. Tolman, sugiere que los comportamientos están motivados por la expectativa de obtener una recompensa, lo cual está directamente relacionado con la percepción de control. Quienes tienen un locus de control externo tienden a tener expectativas más bajas sobre su capacidad para obtener recompensas, lo que puede afectar su motivación.
En el ámbito organizacional, la teoría del control de expectativas de Victor Vroom también es relevante. Esta teoría propone que la motivación depende de tres factores: la expectativa de éxito, la importancia del resultado y la relación entre el esfuerzo y la recompensa. Las personas con locus de control externo pueden tener una expectativa de éxito más baja, lo que reduce su motivación.
La influencia del control externo en la toma de decisiones
La percepción de control externo tiene un impacto significativo en cómo las personas toman decisiones. Quienes creen que los resultados dependen de factores externos tienden a elegir opciones que minimicen el riesgo, ya que no confían en su capacidad para influir en el resultado. Por ejemplo, un estudiante con locus de control externo puede elegir un camino académico más seguro, en lugar de uno que le interese pero que sea más competitivo.
En el ámbito profesional, esta percepción puede llevar a una actitud de espera, donde los empleados no toman la iniciativa a menos que se les indique claramente. Esto puede limitar la innovación y la adaptabilidad de la organización, especialmente en entornos dinámicos donde la capacidad de reaccionar rápidamente es crucial.
Por otro lado, cuando los individuos perciben que tienen control sobre sus acciones, son más propensos a asumir riesgos calculados y a buscar soluciones creativas. Esto no solo mejora su rendimiento, sino que también fomenta un ambiente de confianza y responsabilidad.
¿Para qué sirve el control externo?
El control externo puede ser útil en ciertos contextos donde la dependencia de factores externos es inevitable. Por ejemplo, en sectores regulados como la salud o la educación, es esencial contar con mecanismos externos para garantizar la calidad y la seguridad. Estos controles pueden incluir auditorías, certificaciones y normativas que aseguran que los procesos se realicen de manera adecuada.
En el ámbito personal, el control externo también puede servir como un mecanismo de protección. Al atribuir los resultados a factores externos, algunas personas pueden reducir su ansiedad y evitar culparse por sus fracasos. Sin embargo, este enfoque puede llevar a una falta de responsabilidad y a una dependencia excesiva de otros para resolver problemas.
En el contexto empresarial, el control externo ayuda a garantizar el cumplimiento de estándares y regulaciones. Por ejemplo, una empresa puede depender de auditorías externas para verificar que sus procesos cumplen con los requisitos legales. Esto no solo mejora la transparencia, sino que también fortalece la confianza de los clientes y los inversores.
Variaciones del control externo en diferentes contextos
El control externo puede manifestarse de distintas formas dependiendo del contexto. En el ámbito psicológico, se refiere a la creencia de que los resultados dependen de factores externos. En el contexto organizacional, puede referirse a la dependencia de supervisores externos o regulaciones gubernamentales. En el ámbito social, puede implicar la influencia de la opinión pública o de las normas culturales.
En la educación, por ejemplo, un estudiante con locus de control externo puede creer que su éxito depende de la facilidad de los exámenes o del favor del profesor. Esto puede llevar a una falta de esfuerzo y a una dependencia excesiva de factores externos para lograr resultados positivos.
En el ámbito empresarial, el control externo puede ser una herramienta útil para garantizar el cumplimiento de normas y estándares. Sin embargo, si se abusa de este enfoque, puede llevar a una cultura de dependencia y a una falta de iniciativa por parte del personal. Por eso, es importante encontrar un equilibrio entre el control interno y el externo.
La percepción del control y su impacto en la salud mental
La percepción de control, tanto interna como externa, tiene un impacto significativo en la salud mental. Las personas con locus de control externo tienden a experimentar más estrés y ansiedad, ya que sienten que no tienen el poder de cambiar su situación. Esto puede llevar a una sensación de impotencia y a una menor capacidad para manejar el estrés.
Estudios en psicología han demostrado que las personas con locus de control interno tienden a tener una mejor salud mental, ya que perciben que tienen el poder de influir en sus resultados. Esto les permite adoptar una actitud más proactiva frente a los desafíos, lo que reduce su nivel de ansiedad y mejora su bienestar general.
En el contexto terapéutico, se han desarrollado intervenciones diseñadas para ayudar a los pacientes a desarrollar un locus de control interno. Estas intervenciones buscan fortalecer la autoestima, la toma de decisiones y la responsabilidad personal, lo que puede mejorar significativamente su calidad de vida.
El significado del control externo en la psicología
En psicología, el control externo se define como la creencia de que los resultados de nuestras acciones están determinados por factores externos, como la suerte, el destino o las circunstancias. Este locus de control se contrapone al locus de control interno, donde las personas asumen la responsabilidad de sus logros y fracasos. Quienes tienen un locus de control externo tienden a sentirse menos responsables por sus decisiones y más influenciados por factores externos.
El locus de control externo tiene implicaciones profundas en el comportamiento humano. Por ejemplo, las personas con locus de control externo tienden a ser más reactivas que proactivas. En lugar de buscar soluciones, pueden esperar que otros resuelvan sus problemas. Esto puede llevar a una actitud pasiva frente a los desafíos, lo que a su vez afecta la toma de decisiones y la capacidad de manejar el estrés.
Desde el punto de vista organizacional, entender el locus de control de los empleados puede ayudar a los líderes a diseñar estrategias de motivación más efectivas. Por ejemplo, si un equipo muestra una tendencia al control externo, puede ser útil implementar sistemas de reconocimiento que refuercen la idea de que sus esfuerzos sí tienen un impacto en los resultados.
¿De dónde proviene el concepto de control externo?
El concepto de control externo tiene sus raíces en la teoría del locus de control, desarrollada por el psicólogo Julian B. Rotter en la década de 1950. Rotter propuso que las personas construyen expectativas de recompensa basadas en su percepción de control, lo que influye en sus comportamientos y decisiones. Según esta teoría, el locus de control puede ser interno o externo, dependiendo de cómo las personas perciben la relación entre sus acciones y los resultados.
Rotter se inspiró en la teoría conductista, pero amplió su enfoque al incluir factores cognitivos. Según él, las expectativas de recompensa son el resultado de la experiencia previa y de la percepción de control. Quienes tienen un locus de control externo tienden a tener expectativas más bajas sobre su capacidad para obtener recompensas, lo que puede afectar su motivación.
Desde entonces, la teoría del locus de control ha sido ampliamente utilizada en psicología, educación y gestión empresarial para entender cómo las creencias sobre el control afectan el comportamiento humano. Aunque han surgido otras teorías que complementan o cuestionan este enfoque, la teoría del locus de control sigue siendo una base fundamental para el estudio del control externo.
Otras formas de entender el control externo
El control externo no se limita a la psicología; también puede interpretarse desde perspectivas filosóficas, sociales y culturales. Desde un punto de vista filosófico, el control externo puede relacionarse con la idea de fatalismo, donde las personas creen que su destino está determinado por fuerzas externas. Esta visión puede llevar a una actitud pasiva frente a la vida, donde los individuos no intentan cambiar su situación, ya que creen que está predeterminada.
Desde una perspectiva social, el control externo puede reflejar la estructura de poder y desigualdad en una sociedad. En entornos donde los individuos tienen pocas oportunidades para influir en su destino, es más común encontrar personas con locus de control externo. Esto puede explicar por qué ciertos grupos sociales, como los marginados o los de bajos ingresos, tienden a tener una percepción más pasiva sobre su vida.
En el ámbito cultural, las creencias sobre el control también varían según el contexto. En algunas culturas colectivistas, por ejemplo, es más común encontrar una percepción de control externo, ya que los resultados se atribuyen a factores externos como el grupo o las circunstancias. En cambio, en culturas individualistas, se fomenta más el locus de control interno.
¿Cómo afecta el control externo al rendimiento académico?
El locus de control externo puede tener un impacto significativo en el rendimiento académico. Los estudiantes que creen que su éxito depende de factores externos, como la suerte o la facilidad de los exámenes, tienden a estudiar menos y a tener expectativas más bajas sobre su capacidad para lograr resultados positivos. Esto puede llevar a una falta de motivación y a una actitud pasiva frente a los desafíos académicos.
Por otro lado, los estudiantes con locus de control interno suelen ser más proactivos y motivados. Creer que el esfuerzo personal tiene un impacto directo en los resultados les da una mayor confianza para enfrentar desafíos y perseguir sus metas. Estos estudiantes son más propensos a buscar ayuda cuando la necesitan y a adoptar estrategias de estudio efectivas.
En el ámbito educativo, los profesores pueden ayudar a los estudiantes a desarrollar un locus de control interno mediante el refuerzo positivo y la creación de un entorno de aprendizaje donde se valoran los esfuerzos y las metas personales. Esto no solo mejora el rendimiento académico, sino que también fortalece la autoestima y la responsabilidad personal.
Cómo usar el control externo en contextos profesionales
En el ámbito profesional, el control externo puede ser una herramienta útil para garantizar el cumplimiento de normas y estándares. Por ejemplo, las empresas pueden depender de auditorías externas para verificar que sus procesos cumplen con los requisitos legales. Esto no solo mejora la transparencia, sino que también fortalece la confianza de los clientes y los inversores.
Además, el control externo puede ayudar a las organizaciones a identificar áreas de mejora. Al someterse a revisiones independientes, las empresas pueden descubrir problemas que no habrían notado por sí mismas. Esto permite implementar cambios que mejoran la eficiencia y la calidad de los servicios ofrecidos.
Sin embargo, es importante encontrar un equilibrio entre el control interno y el externo. Si se abusa del control externo, puede llevar a una cultura de dependencia, donde el personal no asume la responsabilidad de sus decisiones. Por eso, es fundamental que las organizaciones fomenten también el control interno para promover la autonomía y la innovación.
El impacto del control externo en las relaciones personales
El locus de control externo también tiene un impacto en las relaciones personales. Las personas con locus de control externo tienden a depender más de otros para resolver sus problemas, lo que puede generar una dinámica de dependencia en las relaciones interpersonales. Esto puede llevar a una falta de autonomía y a una percepción de que los demás tienen la culpa de los conflictos.
Por ejemplo, en una relación de pareja, una persona con locus de control externo puede atribuir los problemas a la actitud de su pareja, en lugar de buscar soluciones conjuntas. Esta actitud puede generar resentimiento y afectar la calidad de la relación. Por el contrario, cuando ambas partes asumen un locus de control interno, son más propensas a buscar soluciones colaborativas y a asumir la responsabilidad de sus acciones.
En el ámbito familiar, el locus de control externo también puede influir en la dinámica de las relaciones. Los padres que tienen un locus de control externo pueden transferir esta creencia a sus hijos, lo que puede afectar su desarrollo psicológico. Por eso, es importante fomentar una mentalidad de control interno desde la infancia para promover la responsabilidad y la autoestima.
El control externo y su relación con la educación emocional
La educación emocional desempeña un papel clave en el desarrollo del locus de control. Desde una edad temprana, es fundamental enseñar a los niños a reconocer sus emociones, a gestionar el estrés y a asumir la responsabilidad de sus decisiones. Esto les ayuda a desarrollar un locus de control interno, lo que les permite enfrentar los desafíos con mayor confianza y motivación.
La educación emocional también fomenta la autoconciencia, lo que permite a las personas entender sus propias creencias sobre el control. Esto les ayuda a identificar si tienen una percepción de control externo y a trabajar en el desarrollo de una mentalidad más proactiva. A través de actividades como el diario emocional o el análisis de decisiones, los individuos pueden reflexionar sobre sus patrones de pensamiento y aprender a cambiarlos.
En el ámbito escolar, la educación emocional puede integrarse en el currículo para fortalecer las habilidades de los estudiantes. Esto no solo mejora su rendimiento académico, sino que también les prepara para enfrentar los desafíos de la vida con mayor responsabilidad y confianza.
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